El Valle de los Caídos
El Valle de los Caídos, donde está enterrado Franco y José Antonio, a partir de ahora tendrá entre sus objetivos:”honrar y rehabilitar la memoria de todas las personas fallecidas en la guerra civil y en la represión política que le siguió, además se prohibe la celebración de actos de naturaleza política que exalten la Guerra Civil, sus protagonistas o el franquismo y la Fundación que gestione el monumento fomentará la reconciliación nacional”
Todo esto se contiene en la ley de la “Memoria Histórica”, que se ha aprobado en el Congreso la semana pasada.
Era 1940. Tras muchas pasadas aéreas sobre el terreno durante varios meses, Franco decidió la construcción del monumento en el paraje “Cuelgamuros”.
Dieciocho años duraron los trabajos de construcción de este monumento, que tiene 150 metros de altura y se puede ver desde 40 kilómetros. Unos 20.000 obreros excavaron 200.000 metros cúbicos de roca de granito, muriendo 14 de ellos en accidente laboral. Cobraban 10,50 pesetas al día, más dos para su mujer, si estaba casado y 1 peseta por hijo y, además, redimían 3 días de pena por día trabajado.
Hay más datos de magnitud faraónica, que es conveniente obviar.
Allí trabajaron muchos, que habían sido condenados por graves delitos a penas de muerte y se las conmutaron por 30 años de reclusión. La gran mayoría de obreros trabajó obligatoriamente.
La enorme obra supuso un dispendio innecesario, que hizo peligrar las finanzas nacionales. En total, los gastos fueron de 235.450.374,05 pesetas. Una parte procedió de los recursos netos de los sorteos extraordinarios de la Lotería Nacional.
En su cripta se enterró a unos 40.000 españoles de ambos bandos con la pretensión de ser un monumento a la reconciliación nacional, pero en el fondo quedó como un mausoleo para quien lo mandó construir.
Para los presos-obreros el periodo de construcción fue un tiempo de dolor y vejaciones. Para el régimen y sus afectos, un negocio redondo.
Cuando el Generalísimo visitaba las obras, los trabajadores recibían una gratificación y si lo hacía Millán Astral repartía cigarrillos.
Era 1940. Esta ley entierra un periodo de tiempo para olvidar.
-¡Ah, si Franco levantara la cabeza!
-La tendría que agachar.
Todo esto se contiene en la ley de la “Memoria Histórica”, que se ha aprobado en el Congreso la semana pasada.
Era 1940. Tras muchas pasadas aéreas sobre el terreno durante varios meses, Franco decidió la construcción del monumento en el paraje “Cuelgamuros”.
Dieciocho años duraron los trabajos de construcción de este monumento, que tiene 150 metros de altura y se puede ver desde 40 kilómetros. Unos 20.000 obreros excavaron 200.000 metros cúbicos de roca de granito, muriendo 14 de ellos en accidente laboral. Cobraban 10,50 pesetas al día, más dos para su mujer, si estaba casado y 1 peseta por hijo y, además, redimían 3 días de pena por día trabajado.
Hay más datos de magnitud faraónica, que es conveniente obviar.
Allí trabajaron muchos, que habían sido condenados por graves delitos a penas de muerte y se las conmutaron por 30 años de reclusión. La gran mayoría de obreros trabajó obligatoriamente.
La enorme obra supuso un dispendio innecesario, que hizo peligrar las finanzas nacionales. En total, los gastos fueron de 235.450.374,05 pesetas. Una parte procedió de los recursos netos de los sorteos extraordinarios de la Lotería Nacional.
En su cripta se enterró a unos 40.000 españoles de ambos bandos con la pretensión de ser un monumento a la reconciliación nacional, pero en el fondo quedó como un mausoleo para quien lo mandó construir.
Para los presos-obreros el periodo de construcción fue un tiempo de dolor y vejaciones. Para el régimen y sus afectos, un negocio redondo.
Cuando el Generalísimo visitaba las obras, los trabajadores recibían una gratificación y si lo hacía Millán Astral repartía cigarrillos.
Era 1940. Esta ley entierra un periodo de tiempo para olvidar.
-¡Ah, si Franco levantara la cabeza!
-La tendría que agachar.
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