La Hispanidad
Fue en 1892, siendo Mª Cristina regente, cuando se decretó el día 12 de octubre, “día del Pilar”, fiesta nacional con motivo del IV centenario de la llegada de las carabelas de Colón a Guahanahí, descubriendo América.
En 1918, el rey Alfonso XIII, mediante ley, estableció ese día como “Día de la Raza”, copiando el apelativo de Argentina, que el año anterior había puesto tal nombre a la fecha, homenajeando a España como “progenitora de naciones hispanoamericanas”.
El Día de la Raza se mantuvo en España hasta 1978, cuando un decreto estableció el 12 de octubre como Fiesta de la Hispanidad, término que en 1926 el sacerdote español Zacarías de Vizarra, había propuesto, en un artículo periodístico y que Ramiro de Maeztu se obsesionó en divulgar y exaltar a partir de 1931.
En 1987 se estableció "como única fecha", dotada de la "adecuada solemnidad" el 12 de octubre el Día de la Fiesta Nacional de España, para "conmemorar solemnemente momentos de la historia colectiva, que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social de los españoles", retirando la denominación Día de la Hispanidad.
Desde entonces es, simplemente, la Fiesta Nacional. Como los toros.
En Hispanoamérica también se celebra, pero suele haber actos de protesta por parte de colectivos indígenas, contrarios a su tradicional significado.
La fiesta fue tan empalagosa durante el franquismo, que, desde la transición democrática, exceptuando una minoría de fervientes nacionalistas españoles, todos los dirigentes políticos, las autoridades y el propio pueblo español se sentían cohibidos y avergonzados de la llamada “Hispanidad”, de tal manera que pasaba inadvertida, de puntillas.
Este año se ha revuelto todo. El halago de Zapatero a los nacionalismos periféricos, la ausencia de menciones a la nación “española” y los vapuleos gráficos e incendiarios a la institución monárquica, ha animado a la oposición “pepera” a levantar, en exclusiva, la bandera del “nacionalismo español” sin complejos.
Para la izquierda, la derecha se cree España –“somos España”- e insinúa que los que no son ellos no son España, quiere la unidad y cohesión de todos los españoles, pero ellos son más españoles, usurpan los símbolos nacionales, que son de todos, y los utilizan de manera partidista para confrontar en lugar de unir".
La parafernalia de los símbolos se ha desatado hoy en la plaza de Colón. Unas 10.000 banderitas de España se han repartido hoy entre los asistentes al desfile militar. Estas pequeñas banderas y un cordón para llevar el móvil colgado, de color rojo y con letras en amarillo, serán algunos de los objetos que se entregarán a las personas que asistan al desfile.
Palco sobreelevado para la realeza trajeada, repeinada y enjoyada. Al rey lo han vestido de “jefazo”militar y prietas las filas han desfilado con marcialidad las “unidades” más significativas, fardando de pecho y pierna estirada. Curiosos, aburridos domingueros, enfervorecidos patriotas con rojigualdas y aguiluchos, jubilados, busconas de ligue, algún carterista por si “cae” algo y muchos sudamericanos, sintiéndose hijos de la amada patria, han visto el acto festivo. La emotividad habrá forzado alguna lagrimilla. El corazón habrá latido con más rapidez. Los concurrentes se habrán sentido unidos en un mismo destino nacional, habrán percibido la grandeza de la nación española y se habrán sentido dispuestos a derramar la última gota de su sangre por la patria.
¡A ver!, ¿quien es más nacionalista en una concentración de nacionalistas?:
-España es mía.
-No, que es mía
Bipolarización de las dos Españas. El nacionalismo español se ha puesto en escena de forma estridente, demagógica y sectaria.
A media mañana la plaza de Colón se calentaba, hervía y por los aires subía un tufillo totalitario, como hace más de treinta años.
Las próximas elecciones van a ser de clara confrontación nacional. Las fiestas nacionales son muy rentables en votos.
En 1918, el rey Alfonso XIII, mediante ley, estableció ese día como “Día de la Raza”, copiando el apelativo de Argentina, que el año anterior había puesto tal nombre a la fecha, homenajeando a España como “progenitora de naciones hispanoamericanas”.
El Día de la Raza se mantuvo en España hasta 1978, cuando un decreto estableció el 12 de octubre como Fiesta de la Hispanidad, término que en 1926 el sacerdote español Zacarías de Vizarra, había propuesto, en un artículo periodístico y que Ramiro de Maeztu se obsesionó en divulgar y exaltar a partir de 1931.
En 1987 se estableció "como única fecha", dotada de la "adecuada solemnidad" el 12 de octubre el Día de la Fiesta Nacional de España, para "conmemorar solemnemente momentos de la historia colectiva, que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social de los españoles", retirando la denominación Día de la Hispanidad.
Desde entonces es, simplemente, la Fiesta Nacional. Como los toros.
En Hispanoamérica también se celebra, pero suele haber actos de protesta por parte de colectivos indígenas, contrarios a su tradicional significado.
La fiesta fue tan empalagosa durante el franquismo, que, desde la transición democrática, exceptuando una minoría de fervientes nacionalistas españoles, todos los dirigentes políticos, las autoridades y el propio pueblo español se sentían cohibidos y avergonzados de la llamada “Hispanidad”, de tal manera que pasaba inadvertida, de puntillas.
Este año se ha revuelto todo. El halago de Zapatero a los nacionalismos periféricos, la ausencia de menciones a la nación “española” y los vapuleos gráficos e incendiarios a la institución monárquica, ha animado a la oposición “pepera” a levantar, en exclusiva, la bandera del “nacionalismo español” sin complejos.
Para la izquierda, la derecha se cree España –“somos España”- e insinúa que los que no son ellos no son España, quiere la unidad y cohesión de todos los españoles, pero ellos son más españoles, usurpan los símbolos nacionales, que son de todos, y los utilizan de manera partidista para confrontar en lugar de unir".
La parafernalia de los símbolos se ha desatado hoy en la plaza de Colón. Unas 10.000 banderitas de España se han repartido hoy entre los asistentes al desfile militar. Estas pequeñas banderas y un cordón para llevar el móvil colgado, de color rojo y con letras en amarillo, serán algunos de los objetos que se entregarán a las personas que asistan al desfile.
Palco sobreelevado para la realeza trajeada, repeinada y enjoyada. Al rey lo han vestido de “jefazo”militar y prietas las filas han desfilado con marcialidad las “unidades” más significativas, fardando de pecho y pierna estirada. Curiosos, aburridos domingueros, enfervorecidos patriotas con rojigualdas y aguiluchos, jubilados, busconas de ligue, algún carterista por si “cae” algo y muchos sudamericanos, sintiéndose hijos de la amada patria, han visto el acto festivo. La emotividad habrá forzado alguna lagrimilla. El corazón habrá latido con más rapidez. Los concurrentes se habrán sentido unidos en un mismo destino nacional, habrán percibido la grandeza de la nación española y se habrán sentido dispuestos a derramar la última gota de su sangre por la patria.
¡A ver!, ¿quien es más nacionalista en una concentración de nacionalistas?:
-España es mía.
-No, que es mía
Bipolarización de las dos Españas. El nacionalismo español se ha puesto en escena de forma estridente, demagógica y sectaria.
A media mañana la plaza de Colón se calentaba, hervía y por los aires subía un tufillo totalitario, como hace más de treinta años.
Las próximas elecciones van a ser de clara confrontación nacional. Las fiestas nacionales son muy rentables en votos.
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