26/3/07

La destitución de Esquilache

El 26 de marzo de 1766 era destituido D. Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache,


ministro de Carlos III, de origen italiano, trás una revuelta del pueblo de Madrid, que ha pasado a la Historia como el "Motín de Esquilache".

Esquilache ostentaba aires de modernidad. Se lo había traído Carlos III desde Napoles cuando fue nombrado rey de España. Carlos, muy poco decidido y sobrado de prudencia, confiaba en él, porque era firme y tajante en sus decisiones. Esquilache estaba capacitado para administrar, era "ilustrado", pero también soberbio y vanidoso.

Empezó saneando y embelleciendo la villa de Madrid a toda prisa: pavimentó e iluminó calles, hizo paseos y jardines, limpió de excrementos de personas y animales plazas y plazuelas mediante la construcción de pozos sépticos....

La capital del reino sufrió una renovación estilistica e higiénica de sus costumbres, aunque quien realmente se llevó la fama fue el rey, a quien con mucha agudeza los madrileños llamaban el "alcalde de Madrid" y , sufriendo de cálculos renales decían que "tenía mal de piedra" por las inacabables obras.

El detonante del motín fue una ordenanza municipal que regulaba la vestimenta de los


madrileños: deberían sustituir la capa larga y el "chambergo", sombrero de ala ancha, por la capa corta y el sombrero de tres picos. La desobediencia se pagaría con una multa de 6 ducados y 12 días de cárcel, si era la primera vez, y el doble, si era la segunda.

Empezó aplicando la norma a los funcionarios, que no rechistaron, pero cuando se la quiso imponer al pueblo, se produjo el motín, al chocar la medida con el casticismo exacerbado de los madrileños. Campomanes ya había avisado" la ordenanza se deberá aplicar con prudencia, pues puede provocar odios y murmuraciones".

Pero Esquilache, tajante y decidido a no volverse atrás, instaló en las principales calles y plazas, mesas, sastres con unas largas tijeras y dos alguaciles por mesa, por si acaso había algún incidente. Cuando pasaba algún madrileño "embozado" en la capa y con el sombrero acultándole la cara, le echaban el guante los alguaciles y el sastre le daba unos tijeretazos a la capa y al sombrero con el consiguiente cabreo del asaltado.

Domínguez Ortíz cuenta como empezó: "El domingo de Ramos, a eso de las 4 de la tarde, dos embozados se paseaban ostentosamente con capa larga y chambergo en la plazuela de Antón Martín. Varios soldados que montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban así vestidos. Quedó claro que iban porque "les daba la gana". Se oyeron insultos y los alguaciles trataron de detenerles, momento en que uno de los embozados desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al instante, otros transeuntes apoyaron al embozado y los alguaciles y el sastre huyeron dejando mesa y tijeras. Había empezado el motín".


Los madrileños arrancaron las normas de las paredes donde estaban pegadas y una muchedumbre de transeuntes empezó a a insultar e injuriar al ministro Esquilache. La revuelta duró tres días y se extendió por otras ciudades de España. Pero las causas de fondo eran otras: el hambre por las malas y reiteradas cosechas, las continuas subidas del precio del pan, aceite, carbón, tocino, la falta de garantía de las autoridades municipales en el abasto diario de bienes de consumo....y el recelo y xenofobia de los españoles al ministro "extranjero", que venía dando normas.

La revuelta duró tres días. Los amotinados no canalizaron las protestas y sólo presentaron al rey 10 peticiones, siendo la primera la destitución inmediata del ministro italiano. Madrid carecía de orden, los robos y asaltos a tiendas y pósitos de trigo eran permanentes, la revuelta asustó a aristíocratas, a nobles, a ricos y hasta el rey, que se fue a su palacio de Aranjuez. El motín fue perdiendo fuerza y, cuando el rey destituyó y desterró a Esquilache, el pueblo se apaciguó, cerrando filas en torno a su querido rey, ya libre del "malvado"italiano.

Trás el motin el hombre fuerte fue el conde de Aranda, que fue quien había aconsejado al rey


la destitución, quien puso orden en el caos y hasta logró imponer por las buenas el uso de la capa corta y suprimir el "chambergo", despues de reunir a los miembros de los 53 Gremios y convencerles de la conveniencia del nuevo atuendo.

Muy astutamente, Aranda dispuso que los verdugos, personajes malditos en todos los pueblos, usasen a partir de entonces, precisamente, la capa larga y el chambergo. El pueblo dejo de vestir como los verdugos y cambió de indumentaria sin mayores aspavientos.

Más astuto fue aún echando la culpa a la Compañia de Jesús de haber instigado al pueblo al motin. El pusilanime rey utilizó este pretexto para expulsar a la Orden de los Jesuitas de España y de todas las colonias. Por primera vez estos monjes empezaban a hacer la maleta para el exilio, porque Aranda, noble de origen aragonés, ademas de ilustrado era "masón" y hasta dicen que ateo.

Hubiera podido aprovecharse la ocasión para hacer una revolución en toda regla, adelantándose unos años a la de 1789 en Francia, pero España estaba en 1766 aún a años-luz de la madurez política de nuestros vecinos del norte. ¡¡Lástima!!

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