27/3/07

La tele, el presidente y el "pueblo"

¡Albricias!. Los medios de comunicación han descubierto un nuevo programa con un nuevo formato. Ha sido TVE, la del gobierno de turno, quien lo ha presentado esta noche, después de una semana de promoción, excitando la curiosidad de los expectadores, que andan pegados al "muermo de la imagen".

Durante dos largas horas, jóvenes, viejos, discapacitados, inmigrantes del este, africanos, gentes venidas de varias regiones de España, agricultores, trabajadores por cuenta ajena, autónomos, de profesiones liberales..., es decir representantes del "pueblo" o mejor de la muchedumbre -¿por que será que no ha habido ni empresarios, ni clérigos, ni políticos, ni periodistas?-, le han formulado preguntas, le han planteado problemas, le han pedido soluciones, le han manifestado quejas al mismísimo presidente del gobierno.

¡Qué prueba de participación democrática!

Han sido dos horas muy entrañables. El presidente ha bajado del poder al plató para conectar con el "pueblo", mostrándose sencillo, ciudadano, convecino, paisano, ha tuteado a los participantes: ..."¡Hola!, ¿Qué tal Antonio?..., ...¡Mira Rocio! tu problema... , ...María, te lo voy a explicar..." Hasta el presentador ha colaborado, relajando el programa y haciéndolo como una reunión de amiguetes: "... Luis, acércate un poco más al micrófono.... Rosa, espera un poco....".

Le han planteado problemas o le han pedido respuestas con respeto, todos situados en una hemiciclo de madera y el presidente les ha contestado de manera llana, modesta, con mucha humanidad, con adulaciones, gestos, sonrisas estudiadas, modulación de la voz... Los asesores de imagen se lo han trabajado, preparándole con destrezas, habilidades y artimañas y al "presi" se ha notado que le gustaba este ambiente. Ha estado en su salsa.

Ha escuchado a los participantes, les ha adulado ("has hecho una buen planteamiento..., tienes razón en que...), ha constatado la existencia del problema planteado ("este es un problema real..., reconozco que..."), ha replanteado el problema desde su punto de vista ( "el asunto es que..."), les ha explicado las razones de por qué existe el problema, se ha solidarizado con ellos ("yo también soy partidario de que..., estoy totalmente de acuerdo en que..."), les ha tranquilizado, les ha dicho lo que ya se ha hecho por solucionarlo ("nosotros hemos..."), y les ha prometido una solución ("vamos a..., todos tenemos que...)

Mucha utopia y buenas intenciones.

A veces ha reconocido la dificultad ("es una tarea defícil..., es un problema de todos..."), a veces la culpa la ha tenido la burocracia ("ya sabemos lo que es el papeleo...).

Se ha puesto de parte de los oprimidos y agobiados: inmigrantes, jóvenes sin vivienda, trabajadores precarios... les ha comprendido y les ha dado entereza. En preguntas de contenido social se ha sentido cómodo, pero las preguntas sobre el futuro de Navarra no las ha contestado, yendose por las ramas.

A la pregunta de un antimonárquico sobre la inutilidad y gastos superfluos de la realeza y la posibilidad de un referendum, se ha manifestado respetuoso con la Constitución y ha alabado largamente al rey.

Ha sido una forma de propaganda de si mismo. Muchos expectadores habrán quedado muy contentos y se habrán ido ilusionados "a la cama a dormir" para seguir igual mañana. El presi acabó invitándoles a la Moncloa y dándole una cariñosa palmadita en la espalda al presentador.

Se ha descubierto, por ahora, un filón de amplias posibilidades demagógicas: utilizar al expectador, buscando su voto y, a la vez, adoctrinarle. Pero tiene su limitación temporal. Cansará a la muchedumbre y, pasada la novedad, huirá del televisor cuando abra la boca el político de turno.

¡Que así sea!.

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