17/6/07

¿Donde está Nin?

Barcelona, 1937.

A lo largo de la primavera iban llegando malas noticias del frente. Los republicanos retrocedían día tras día en Vizcaya. El “cinturón de hierro” se estaba fundiendo En la capital catalana habia malas sensaciones, se percibía un ambiente enrarecido. De repente, la tensión política contenida explotó con los “Sucesos de Mayo”. Entre el 3 y el 8 de mayo hubo en el casco antiguo de Barcelona una guerra civil dentro de la guerra civil española, entre los grupos revolucionarios CNT y POUM y los “legalistas” PSUC, PCE y Estat Catalá.

La inicial escaramuza por el edificio de la Telefónica en la esquina Plaza de Cataluña-Las Ramblas desde donde los anarquistas fisgaban e intervenían todo tipo de conversaciones, cotilleando y haciendo chistes, se desbocó en barricadas, ocupación de azoteas y de torres de iglesias por incontrolados …Hubo arrestos, secuestros, detenciones arbitrarias, asesinatos, “paseos”, desmadres, …. Finalmente, Guardias de Asalto traídos a toda prisa por el Gobierno Central desde Valencia sofocaron la revuelta.

De resultas, cambiaron las cosas: El control del orden público en Cataluña pasó de la Generalitat al Gobierno, el molesto POUM quedó atado en corto, la CNT dejó de campar a sus anchas y, lo más importante, cayó el Gobierno de Lago Caballero y le sustituyó otro presidido por Juan Negrín. Pero los auténticos ganadores de estos sucesos fueron los comunistas.

En el fondo, los “sucesos de mayo” sólo fueron la excusa y el detonador para trasladar a Barcelona las “purgas estalinistas”, que se estaban llevando a cabo en Moscú. Desde allí, Stalin, ya seguro en el poder de la URSS, creía ver partidarios del renegado Trotsky por todos los rincones; les buscaba, perseguía y eliminaba de manera obsesiva, sistemática y patológica.

A principios de junio llegó a Moscú desde España un informe cifrado en el que se insinuaban con detalles las medidas que era conveniente tomar para ir eliminando de forma selectiva a dirigentes españoles del POUM, porque habían sido los instigadores de los “sucesos de mayo” y, sobre todo, porque eran trostkistas. Con este informe Erno Gëro cumplía el encargo personal que le había hecho el propio Stalin.

Gëro, comunista puro, ortodoxo, alias “Pedro”, era delegado de la Internacional Comunista para España, “consejero” del PSUC y, sobre todo, confidente personal de Stalin, que, como no se fiaba de nadie, acudía a personas singulares como Gëro.

Días después llegó a Moscú otro informe, también cifrado. Lo mandaba Alexander Orlov, principal agente de la NKVD en España, espía muy astuto, jefe de los espías comunistas españoles.

En el informe estaban diseñados los pasos a seguir para la eliminación física de los dirigentes del POUM.: “(…) para implicar a los del POUM, hemos preparado un documento que rebela la colaboración de este partido con la Falange, con Franco y con la Alemania nazi (…) También aludiremos a reuniones de Nin, máximo dirigente del POUM con altas autoridades próximas a Franco (…)Cifraremos el escrito con el código secreto de los espías de Franco, que conocemos, para que parezca auténtico(…)”

Si “Pedro” creo la coartada política para eliminar a los dirigentes del POUM, Orlov diseñó el complot real. Todo en tres semanas.

Días después un soldado “enemigo” fue capturado en el frente de la Casa de Campo. Llevaba un documento cifrado con caracteres que usaba la policía de Franco. Fue entregado a la policía republicana para que lo descifrase y tomase las medidas oportunas por los cauces reglamentarios. El documento, una vez descifrado, demostraba la connivencia del POUM y de Nin con los fascistas: "(…) Al Generalísimo personalmente comunico…", dice en su parte cifrada. Más aún "En cumplimiento de su orden (de Franco), fui yo mismo a Barcelona para entrevistarme con el miembro directivo del POUM, "N" (...) El me ha prometido enviar nueva gente a Madrid para activar los trabajos del POUM. Con estos refuerzos, el POUM llegará a ser un firme y eficaz apoyo de nuestro movimiento".

El documento llegó por la vía reglamentaria a Antonio Ortega, comunista, a quien el PCE había exigido se le nombrara Director General de Seguridad. Ortega ordenó por teletipo al delegado de Orden Público en Barcelona, Burillo, que también era comunista, la orden de arresto de Andrés Nin, Julián Gorkin, Andrade, Gironella, Arquer y… “todos cuantos elementos del POUM fueran señalados por los soviéticos Antonov Ovseyenko y Stashevsky”.

Así decía el teletipo: "Querido camarada Burillo, tengo el honor de presentarte a los funcionarios de la plantilla de Madrid, comisario Fernando Valentí y agente de tercera Jacinto Rosell, quienes van a llevar en Barcelona una “misión delicadísima” en la que te ruego les des toda clase de facilidades. Un abrazo de tu amigo y camarada".

Todo iba saliendo según lo previsto.

El 16 de junio Andreu Nin fue detenido al salir de presidir una reunión del POUM en el edificio que habían requisado en julio del 36 en las Ramblas. Ya había sido advertido, pero él se negó a tomar medidas de protección con un “No se atreverán”.

Nin se había afiliado a la CNT desde muy joven, era inteligente, buen organizador, dedicado totalmente al activismo político y brillante escritor en ”La batalla”, periódico del POUM. Era maestro, pero había dejado de ejercer como tal.

Había sido comisionado en 1921 con otros de la CNT para ir a la URSS a conocer el nuevo régimen soviético. Allí se hizo comunista y se quedó 9 años, hasta 1930, tomando partido por Trotsky en el contexto de las luchas por el poder frente a Stalin. En 1930 volvió a España y fundó un partido de orientación trotskista, Izquierda Comunista, que en 1935 se fusionó con el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín, formando el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).

Dos policías españoles y un agente de Orlov se encargaron de trasladarle, maniatado en un coche celular, escoltado por otros dos, en perfecta caravana, por Valencia hasta Madrid, pero, en realidad, en secreto, le llevaron a una “checa” a las afueras de Alcalá de Henares, por eso no constó oficialmente su registro en ninguna comisaría. Allí, durante 4 días, el 18, 19, 20 y 21, personas dependientes de Orlov, no policías españoles, le “tomaron declaraciones”.

Mientras tanto, los poumistas se movieron y presionaron, exigiendo la libertad del Nin.
En la mañana siguiente a la detención y al traslado de Nin, el ministro de Justicia, peneuvista Irujo, el ministro de Gobernación, socialista Zugazagoitia, y Companys, presidente de la Generalitat (Nin había sido consejero de esta institución catalana), pidieron información y explicaciones de la desaparición de Nin al presidente Negrín.

El Presidente del Gobierno, Juan Negrín, sabedor de que la detención de Nin era asunto de los comunistas, llamó urgentemente a Jesús Hernández, ministro comunista, y le preguntó sin preámbulos:
- “¿Qué han hecho Uds. con Nin? . Si no tengo información para el Consejo de Ministros habrá un escándalo”.
El comunista Hernández, extrañado, manifestó su sorpresa e ignorancia.

Hernández llamó a Uribe, ambos ministros comunistas del Gobierno de Negrín: Nerviosos y preocupados fueron a la sede del partido para pedirle información e instrucciones a Togliatti, que era el máximo dirigente de la Internacional Comunista en España.
-“Pasad del caso Nin, pero aprovechad la inmejorable ocasión para acusar al POUM de traición, porque nuestro objetivo principal es acabar con el POUM”, les indicó.
En el Consejo de Ministros Irujo, “Zuga” y Prieto exigieron información sobre Nin y un juicio justo por jueces españoles. Prieto con su vozarrón grave incriminó:
-“Es indigno e intolerable para la República que los soviéticos actúen por su cuenta, al margen de las instituciones republicanas, sólo porque nos abastecen de armas”. Fernando de los Ríos amenazó con dimitir. Hernández, por su parte, obediente a sus superiores, exigió mano dura contra el POUM. Y Prieto reiteró:
-“Los soviéticos nos mandan armas, y, a cuenta de eso, se lo creen todo permitido”.
Negrín, conciliador y atento para salvar la crisis, sólo a un mes de su nombramiento, sólo destituyó a Ortega, Director General de Seguridad y “pasando de puntillas” suspendió el debate sobre Nin, porque “había que esperar a nuevas investigaciones”.

El ministro de Justicia, Irujo, que sólo tenía buenas intenciones, pero poca valentía, manifestó a la prensa a la salida:
-“El proceso no será a puerta cerrada y, por mi parte, daré todas las facilidades para que los detenidos del POUM puedan defenderse”.
Pero en agosto ya reconoció públicamente el rapto de Nin y la incapacidad del Gobierno para rescatarle, lo que equivalía a reconocer que la NKVD soviética tenía más poder en asuntos de seguridad, que los propios ministros.

Zugazagoitia, ministro de la Gobernación, ya en junio, había solicitado una cita con Negrin para informarle y presentarle la dimisión si no aparecía Nin:
-“Si, como temo, se confirman esas sospechas, le ruego encarecidamente que me busque un sucesor. Yo no puedo seguir en el Ministerio”.
Por su parte, Negrín tardó en informar a Azaña, Presidente de la República. En sus Obras Completas Manuel Azaña, contiene varias notas sobre la desaparición de Nin.

En la nota del día 29 de junio asegura que se había enterado de todo por los periódicos; que Prieto le había afirmado que los raptores de Nin eran comunistas, y que él mismo había escrito una carta a Negrín llamándole la atención sobre la importancia del suceso.
En la nota del 22 de julio revela la doblez de Negrín, y cómo, para conservar la confianza de Stalin, había hecho suyas las falsedades de la NKVD:
-“Me habló el Presidente (Negrín) del espionaje franquista. De que en Madrid se habían hecho descubrimientos importantes. Yo no los conocía. Citó estos casos de espionaje fascista: una emisora, instalada en un sótano, daba noticias de todo a los rebeldes, un plano cuadriculado de Madrid para dar indicaciones a la artillería enemiga donde debía disparar, unas líneas cifradas, escritas con tinta simpática, fundamnetales para la detención de Nin y de doscientos más, casi todos del POUM. Pregunté por el caso de Nin. Me dijo el Presidente que una noche se presentaron en la cárcel de Alcalá unos individuos con uniforme de las Brigadas Internacionales, maniataron a los guardianes y se llevaron al preso. Él no creía, como se había dicho, que había sido obra de los comunistas”.
Yo me limité a preguntar:
-“¿No te parece demasiado novelesco?”.
Y Negrín, imperturbable:
-“No, señor. El espionaje fraquista y el alemán son formidables. Son capaces de todo. Se infiltran en todos sitios. Las Brigadas Internacionales tienen dentro muchos espías nazis y falangistas. Algunos han sido descubiertos y fusilados”.

En sus memorias cuenta Zugazagoitia “¿Era Negrín, una mezcla de tonto útil y de cínico, de frívolo y de ambicioso, tipo aupado y explotado a fondo por el estalinismo? No decía la verdad. Estaba encubriendo las habilidades y los crímenes de la NKVD detrás de la Gestapo. Después supimos con claridad que Negrín era criptocomunista”
Pero el caso Nin se estancó.

Los rumores eran variadísimos. Para unos, había sido enviado como prisionero en un buque a Rusia; según otros, había sido ejecutado por un batallón de las Brigadas Internacionales; para la policía, una vez liberado, estaba en el frente con los fascistas.
Los poumistas, indignados, pintaron en rojo todas las esquinas de Barcelona con “¿Dónde está Nin? Y los comunistas añadían debajo con letras negras: “en Salamanca o en Berlín”, como si fuera agente de Franco y de Hitler.

Los del POUM buscaron quizás el abogado más competente, Benito Pabón, diputado independiente por Zaragoza para que llevara la defensa de Nin. Pabón sólo pudo conseguir las declaraciones prestadas por Nin en la checa de Alcalá entre el 18 y el 21 de junio dos días después de su detención en Barcelona, pero, contrariamente a las normas establecidas, no contenían, ni el lugar donde las prestó, ni los nombres de los interrogadores. A pesar de estas irregularidades significativas, los comunistas querían darle al proceso un carácter aparentemente público y legal.

Pasó el tiempo.

El proceso seguía estancado. A los dos meses de iniciarse la instrucción, el abogado defensor de los dirigentes del POUM, Benito Pabón, en una carta dirigida a la Comisión Ejecutiva del POUM, ya en la clandestinidad, sintiéndose amenazado de muerte, informó que abandonaba el caso y se iba de España. Y lo hizo. Se fue, nada menos, que a Filipinas.

De Nin, seguía sin saberse nada.

Un año después, el 8 de julio, Orlov, el organizador del complot, recibió un telegrama de Moscú, ordenándole que se presentara sin dilación en Paris ante la dirección de la Internacional Comunista.

Orlov, que estaba enterado de los “procesos” de Moscú por contactos que tenía y que “sabía mucho”, era, un año después de la detención de Nin, un agente molesto para el Kremlin…

Sabía, por ejemplo, que Kolsov, había sido llamado a Moscú y había desaparecido en la inmensa y helada Siberia. Mijail Kolsov, que había sido agente personal de Stalin en España, de quien se decía que diariamente estaba en contacto con él mediante telegramas cifrados, que era despiadado y cruel, que fue el que decidió hacer las “sacas de fascistas” de la cárcel Modelo de Madrid para fusilarlos en Paracuellos del Jarama, y que, sin embargo, se ponía melancólico ante una puesta de sol en el frente de Huesca, como cuenta en su “Diario de la Guerra Civil española”, diario que acabó de repente el día que salió para Moscú.

Orlov sabía que Rosenberg, embajador soviético de la URSS en España, también había sido llamado y que había seguido el mismo camino. (Respecto a Rosenberg cuenta la anarquista Montseny que ”era el único ruso que sonreía”, que la noche anterior a su viaje a la URSS, acompañándola a casa se puso tierno, contándole recuerdos de su niñez en su aldea a orillas del río Don. “Creo que aquella noche adivinó su fatal destino y se le escapó una lágrima”, dice la Monseny). De Rosenberg tampoco se supo más.

Sabía que Kléber, defensor de Madrid en noviembre del 36, elevado a héroe por los propios comunistas, también se fue a la URSS para desaparecer.

Sabía que Willy Munzenberg estaba siendo perseguido y que los revolucionarios de la vieja guardia, Kamenev, Zinoviev, Bulganin …habían sido juzgados y eliminados…

Sabía que las purgas, aquel año 37, estaban diezmando en la propia URSS al Ejército Rojo. Entre 1937 y 1938, se liquidaron entre 20 y 35.000 oficiales, el 90% de los generales, el 80% de todos los coroneles, 3 mariscales, 13 comandantes, 57 comandantes de cuerpo, 111 comandantes de división, 220 comandantes de brigada y todos los comandantes de los distritos militares fueron fusilados por los pelotones de ejecución de la OGPU.



Orlov sabía todo esto y, por eso, adelantándose a los hechos, se las arregló para huir con su mujer y su hija a Canadá y después a EE.UU., donde se nacionalizó como William Gorlin, vendedor. “Pensé que la cita de Paris era una trampa para eliminarme y no acudí”, escribió años después.

Orlov probablemente paso el resto de su vida temblando, pero para proteger a sus familiares en Moscú, muy valiente, amenazó con publicar todas las actividades criminales que en nombre de Stalin y de la URSS había realizado. Sobre el “caso Nin”, que él llama “asunto Nicolai” escribió al espionaje soviético, amenazando: "Epopeya “caso Nikolai”. Personas vinculadas: Tengo el borrador del telegrama cifrado escrito por Juzik, mi ayudante. Además, tengo las fotografías y todos los nombres auténticos de los que participaron en el caso Nikolaï."

El telegrama que, además, había mandado a Moscú tras el asesinato de Nin y que hoy se conoce dice “N (Nin). De Alcalá a Perales de Jarama, a medio camino, a 100 metros de la carretera, en el campo, ¡boom!. X, Y y dos españoles más; el chofer de Pierre, es Victor”. (“Y” era el propio Orlov y Pierre era “Pedro”).

Años después Orlov dejó su testimonio en “La Historia secreta y los crímenes de Stalin”. A los testimonios de Orlov se sumaron las memorias de Castro Delgado, organizador del Quinto Regimiento, de Valentín González, “el Campesino”, el informe de Stepanov, “Moreno” en España, sobre el proceso contra el POUM, titulado “Espionaje en España”, pieza clave de la campaña contra el POUM y, sobre todo, de Jesús Hernández, ministro comunista en varios Gobiernos. Gracias a ellos se conoce hoy cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Jesús Hemández y Castro Delgado no presenciaron personalmente la tortura y el asesinato de Nin; pero el uno y el otro -principalmente el primero- recibieron las debidas confidencias, que citan en sus libros.
En concreto, hoy se conoce de primera mano por los datos suministrados por el ministro comunista Jesús Hernández, lo que ocurrió en el chalet-checa de Alcalá.

La misión de Orlov era arrancar a Nin una confesión de que era un espía de Franco, para así poder iniciar un proceso contra el POUM, similar a los que estaban ya celebrándose por entonces en Moscú.

Inicialmente, Orlov aplicó al poumista la forma de tortura conocida como “método seco”. Privado de sueño durante días e impedido de tomar asiento, se le sometió a sesiones de interrogatorio, que llegaron a prolongarse hasta cuarenta horas seguidas. Cuando parecía que se iba a desplomar, Nin era conducido a la celda donde se le dejaba por espacio de veinte o treinta minutos, un plazo suficiente para permitirle reflexionar sobre la imposibilidad de resistir. Sin embargo, para sorpresa e irritación de los torturadores, Nin resistió.

Orlov optó entonces por abandonar el denominado método seco y adentrarse por el camino de las torturas que destrozan directamente los miembros. No utilizó, como se hacía en las checas comunistas de Barcelona la silla y el collarín eléctricos, que administraban descargas a los torturados hasta que se doblegaban. Optó por el desollamiento. Al cabo de unos días, Nin, al que se había arrancado la piel y lacerado con mayor facilidad los miembros en carne viva, no era sino un amasijo de músculos deshechos, pero seguía sin doblegarse.

¿Qué se podía hacer entonces? La solución la encontró el famoso comandante Vittorio Vidali, alias“Carlos Contreras”, dirigente de la Internacional Comunista en España. Habría que utilizar a miembros alemanes de las Brigadas internacionales para que fingieran la liberación de Nin por agentes de la Gestapo. Según Hernández, este era el plan: «simular el rapto de Nin por pretendidos agentes de la GESTAPO, para afirmar luego que los nazis lo habían salvado, con lo que se demostraría sus relaciones con los fascistas.»

De esa manera, se confirmarían las calumnias que sobre el poumista había difundido la propaganda del PCE.

Evidentemente, Nin no podía salir vivo de allí, porque se transformaría en un implacable delator, pero tampoco podían decir que había muerto en el interrogatorio. Nin quedó tan maltrecho, que su asesinato era la única salida. Su liquidación física permitiría presentar su desaparición como una huida ayudada por sus "compinches fascistas"

“A Juan Bautista Carmona Delgado y Santiago González Fernández, cuenta Hernández, se les puso de especiales vigilantes en el chalet-checa la noche de los hechos. Ambos declararon lo mismo por separado. Estaban aleccionados. En la noche del 22 de junio fue cuando se llevo a cabo el intento de "liberación". Entre las nueve y media y las diez de la noche, se presentó en medio de una tormenta un grupo de unos diez individuos armados de fusiles y otros dos con uniformes de capitán y teniente. El segundo era rubio y con marcado aspecto extranjero. Presentaron documentos firmados por Miaja y el comisario general en los que se ordenaba la entrega inmediata de Nin. Todo fue muy rápido. Los "asaltantes" dominaron a los dos guardianes rápidamente, tras un forcejeo, les ataron y les encerraron en una habitación. Ambos oyeron cómo el "capitán", muy contento, se dirigía a Nin llamándole "camarada", y se lo llevaban en un coche que partió velozmente. Los vigilantes atados pudieron cortar sus ligaduras y avisaron a la Brigada. Varios agentes de la misma acudieron con toda rapidez. Registraron el chalet y encontraron una cartera que probablemente se le había caído a uno de los agresores, donde aparecía una carta escrita con tinta simpática en la que se reconocían todas las líneas de defensa de Madrid, supuestamente suministradas por Nin. Toda esta farsa, burdamente presentada sirvió para entorpecer la investigación. Contenía documentación a nombre de un alemán, estaba escrita en este idioma, contenía, además, insignias fascistas, billetes de banco franquistas y fotografías de personas con uniformes nazis”.

No es, pues, necesario ser demasiado imaginativo para pensar que todo fue planificado burdamente y con prisas. Sus liberadores serían sus asesinos y el asesinato ocurrió, como cuenta el telegrama, que Orlov mando a Moscú, momentos después en la carretera hacia Perales de Jarama. Al político catalán le asesinaron esbirros de Orlov la noche del 22 de junio.

Al día siguiente, la prensa dio a conocer que entre los detenidos en conexión con la red de espionaje figuraban personalidades del POUM, entre ellas, Nin. La noticia llegaba con retraso, porque Nin ya estaba muerto.
El 24 de junio la policía anunció que había dado por terminados sus trabajos acerca de los implicados en el POUM y no seguiría investigando.
“Mundo Obrero”, periódico comunista, publicó que un grupo de agentes de la GESTAPO, disfrazados de policías, habían cruzado las líneas y habían rescatado al «traidor Nin» llevándoselo a Burgos en la zona nacional.

Hoy, hecho polvo el comunismo, avergüenza a los que fueron comunistas. Fernando Claudín ha llegado a confesar: «Agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el POUM y en particular el odioso asesinato de Andreu Nin, es una de las páginas más negras en la historia del Partido Comunista de España, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alienados –como todos los comunistas del mundo en esa época y durante muchos años después– por las mentiras monstruosas fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra responsabilidad histórica.»

Y así fue.“Caso Nin”: Conspiración, secuestro y asesinato. En definitiva, un espejo de las purgas estalinistas trasladadas de Moscú a Barcelona y Madrid con la complicidad del PSUC, del PCE, de la policía republicana y de la pasividad increíble del gobierno de la República.

Esto ocurrió hace exactamente 70 años, junio 1937, mediada la Guerra Civil. Cruel y triste. Para ponerse a temblar. (Quien quiera saber más y temblar un poco, que lea “Del cero al infinito” de Arthur Koestler).

P. D.: En la revista “La aventura de la Historia” de este mes se ha publicado un informe donde se indica:
1.- Que en el POUM había muchos infiltrados falangistas y nazis (lo que es posible, porque el POUM era un partido que no se autovigilaba, ni controlaba a los que se afiliaban, como obsesivamente hacia el PCE).
2.- Que es posible que los comunistas se asustasen viendo por todos sitios, y más en el POUM, falangistas, nazis, trotskistas…que iniciasen la sanguinaria represión del POUM, todo en el contexto de la persecución patologica de los trotskistas por Stalin.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

demasié laaaargo.

Anónimo dijo...

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